Crisis de conducción republicana impide seleccionar autoridades legislativas

Lunes 06 de Mayo de 2024
Edición Nº 2056


6 01 2023

Política Internacional

Crisis de conducción republicana impide seleccionar autoridades legislativas

Hoy EEUU no tiene Podes Legislativo: el no nombramiento del "speacker" de la Cámara de Representantes contada por Roger Senserich

La cámara de representantes del congreso de los Estados Unidos tiene 435 escaños. Debido a su evolución histórica y mayor tamaño comparado con el senado, el poder está mucho más centralizado en manos del Speaker of the House (“portavoz de la casa”), el líder de la mayoría en la cámara, y su equipo.

El Speaker tiene un control casi absoluto de la agenda y es quien asigna los cargos en los comités donde se hace el trabajo legislativo. Dado que el presidente no puede enviar proposiciones de ley al congreso, el Speaker tiene un enorme poder en la elaboración de legislación, proceso de enmiendas, y presupuestos, y es quien negocia con el ejecutivo y el senado todas las leyes importantes.

Su importancia es tal que es segundo en la línea de sucesión presidencial, sólo por detrás del vicepresidente. Como he dicho en más de una ocasión, el Speaker es, probablemente, la segunda persona más poderosa de Estados Unidos, y sólo porque no tiene acceso a armas nucleares.

El partido republicano tiene 222 escaños en la cámara de representantes por 212 del partido demócrata (hay una vacante). Uno diría que la posibilidad de tener un miembro del partido con tal cantidad de poder político es algo que debería motivar al principal partido de la oposición, y que el GOP estaría celebrando que uno de los suyos esté hablando de tú a tú con el presidente.

Si habéis leído las noticias estos días, habréis visto que en esto de nombrar al Speaker les está saliendo regular.

Escogiendo al jefe


Para ser nombrado Speaker of the House, un candidato debe obtener la mayoría absoluta de los votos emitidos; 218 si no se ausenta nadie. El problema para Kevin McCarthy, líder (es un decir) de los republicanos en la cámara, es que hay un grupito de veinte legisladores de su propio partido que no le tragan en absoluto, y han decidido que no van a apoyarle.
El martes el pleno de la cámara de representantes votó sobre quién iba a ser el próximo Speaker. McCarthy quedó segundo, con 203 votos; 19 de sus compañeros de partido decidieron apoyar a otros candidatos. Hakeem Jeffries, el líder de la minoría demócrata, obtuvo 212 votos. Dado que nadie alcanzó la mayoría necesaria, se votó una segunda vez; McCarthy sacó el mismo resultado. Así que votaron por tercera vez, y McCarthy se las arregló para perder un voto.

Ayer miércoles volvieron a intentarlo, y la cosa no mejoró en absoluto. Es más, una representante republicana decidió abstenerse, así que McCarthy empezó el día con 201 votos. La buena noticia es que en la quinta y sexta votaciones no ha perdido más apoyos. La mala, obviamente, es que la cámara de representantes sigue sin designar un Speaker, y dado que los legisladores no pueden jurar el cargo ni reunirse formalmente hasta dar ese paso, los Estados Unidos ahora mismo no tienen un poder legislativo: el congreso no tiene nadie en la cámara baja.

Es difícil encontrar un nivel de incompetencia similar en un partido político ahí fuera, así que permitidme recalcar el absurdo: tenemos un partido político que ha ganado las elecciones pero es incapaz de tomar el poder, porque miembros del propio partido se oponen a que sus líderes accedan al cargo. La última vez que sucedió algo parecido en Estados Unidos fue en 1923, cuando las divisiones entre el ala progresista y el ala moderada del partido republicano (Teddy Roosevelt y compañía) forzaron reformas antes de apoyar al Speaker de su partido. Durante un siglo entero, en cincuenta votaciones para escoger un Speaker, el partido mayoritario ha resuelto el trámite a la primera, sin peleas internas. El GOP, en este momento, no sólo ha conseguido pifiarla de manera espectacular, sino que ha decidido repetir la proeza seis veces seguidas.

¿Quienes son los rebeldes?


El grupito de legisladores republicanos que se ha pasado los dos últimos días humillando públicamente a su líder es un quién es quién de los chiflados montañeses del GOP. Gente como Paul Gosar, Lauren Boebert, Chip Roy o Matt Gaetz son habituales en el circuito de radios, podcasts, y TV dementes de la derecha americana, desde Alex Jones a Steve Bannon, pasando por Tucker Carlson y su programa de máxima audiencia de Fox News.

Durante las últimas semanas, esta gente se ha paseado por los medios conservadores con una lista de demandas para McCarthy.

Una de sus exigencias favoritas era cambiar las normas de la cámara para permitir que cinco representantes pudieran forzar una nueva votación para escoger a un Speaker en cualquier momento, el equivalente de exigirle a los líderes de su partido que se pusieran una pistola cargada en la sien y la pusieran en manos de los tipos más chiflados del grupo parlamentario.

 

También han pedido toda clase de comisiones e investigaciones parlamentarias extravagantes, demandado que les dieran el control de varios comités legislativos claves, y poco menos que le dieran las llaves del coche y les dejaran conducir el GOP a su antojo. McCarthy, que es alguien que tiene la fortaleza y rectitud moral de una ameba, les ha dado prácticamente todo lo que han pedido, incluyendo la posibilidad de forzar un voto para echarle a voluntad.

Y los rebeldes, tras cada concesión, han dicho que querían más. Matt Gaetz, uno de los cabecillas, salía hoy de una reunión para intentar desbloquear la cámara diciendo abiertamente que su condición es que McCarthy retire su candidatura a Speaker, sin más rodeos. Lo que quieren no son medidas políticas, sino sacrificios humanos. Quieren cargarse al líder del partido.

Negociar con terroristas
Varios periodistas citaban ayer las memorias de John Boehner, el que fuera Speaker republicano durante la administración Obama hasta que fue defenestrado por sus propios compañeros de partido. Escribe Boehner, refiriéndose al grupúsculo de radicales que le hicieron la vida imposible mientras ocupaba el cargo:

“What they're really interested in is chaos. ...They want to throw sand in the gears of the hated federal government until it fails and they've finally proved that it's beyond saving. Every time they vote down a bill, they get another invitation to go on Fox News or talk radio. It's a narcissistic -- and dangerous -- feedback loop.”

Hay una minoría dentro del GOP que sólo tiene como objetivo el caos, hacer que el gobierno no pueda funcionar. Cada vez que consiguen destruir algo, la mediocracia conservadora les elogia, y salen más en sus programas. Su único objetivo es, entonces, montar pollos, armar ruido, y hacerse famosos, sin más; no tienen programa político, ideas, o nada parecido a una agenda coherente. Lo suyo es luchar contra el “unipartido”, la última ocurrencia de los cenagales de la ultraderecha americana que insiste que republicanos y demócratas son iguales, quemar cosas, y ver el mundo arder.

Es difícil imaginar una negociación con esta gente, pero esa es la tesitura en la que se encuentra McCarthy y los líderes republicanos. Escoger a otro candidato equivaldría a aceptar que los veinte tipos más chiflados del partido son quienes mandan en la casa. Lo mismo sucede si se les da los comités que exigen. Mantener a McCarthy, mientras tanto, equivale a no poder gobernar.

Obviedades imposibles


Hay, por supuesto, una salida obvia: buscar votos demócratas. McCarthy puede ofrecerles algunas concesiones significativas, como cambiar las reglas para que la cámara de representantes sólo pueda tener comités de investigación si ambos partidos se ponen de acuerdo, eliminar posibles bloqueos en la votación del techo de la deuda o algunas leyes concretas. La mera posibilidad de un acuerdo debilitaría la posición negociadora de los rebeldes.

Una solución alternativa, más elegante, es que republicanos moderados empiecen a abstenerse en las próximas votaciones; dos en la primera, cuatro en la segunda, y así sucesivamente. Si el número total de votos emitidos cae por debajo de 424, los 212 votos de Jeffries le harían Speaker; los rebeldes pueden escoger entre volver al redil o darle la presidencia de la cámara a los demócratas.

Ambas soluciones, sin embargo, se me antojan ahora mismo como imposibles.

Los líderes republicanos creen que una maniobra de esta clase empeoraría aún más la fractura interna del GOP. Los chiflados quizás sean minoría, pero sus votantes son la clase de gente que vota en primarias. El partido, ya ahora incontrolable y lastrado por su costumbre de presentar tarados irredentos incapaces de ganar elecciones en muchos distritos, se sumiría en un caos aún mayor.

¿Un partido incapaz de gobernar?
Lo que veremos, casi seguro, será una repetición de lo que vimos con John Boehner: un sacrificio ritual.

Negociar con chiflados nihilistas tiene el inconveniente que nunca quieren aceptar un trato, pero la otra cara de la moneda es que suelen dar un valor desmesurado a chorradas simbólicas. En el caso de Boehner, la caída del Speaker llevó a Paul Ryan al cargo. Ryan no hizo nada que no hiciera su antecesor; es más, fue mucho más proclive a llegar a acuerdos con Obama. Pero los chiflados del partido están obsesionados con sus paridas simbólicas, así que una vez que les dieron el cadaver del Speaker se dieron por satisfechos. Es muy probable que la defenestración de McCarthy tenga un efecto similar, no importa quién sea su substituto.

Paradójicamente, es muy probable que esto lleve a más acuerdos entre demócratas y republicanos en temas legislativos concretos, no menos. Aunque los rebeldes del GOP mantegan, en teoría, la misma capacidad de chantaje, a la práctica les será difícil cantar victoria ahora y volver a montarla de aquí tres meses de forma creíble. Y dado que cualquier ley debe pasar por el senado, donde necesita votos de ambos partidos, buscar votos demócratas siempre será menos peligroso para el Speaker al hablar de temas concretos que cuando se debate algo abstracto, como el liderazgo de la cámara.

Cosa que me lleva a este artículo del mes pasado donde hablaba sobre ciertos “brotes verdes” en el disfuncional sistema político americano. El bloqueo en la cámara de representantes es otra señal más para el ala cuerda del GOP que tolerar dementes y chiflados dentro del partido es cada vez más insostenible. Los republicanos van a mirar al centro porque no tienen más remedio.

Ahora falta que alguien le diga a Kevin McCarthy que nunca va a cumplir su sueño de ser Speaker algún día, por desgracia

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