¿Trump puede perder las primarias?

Sábado 27 de Julio de 2024
Edición Nº 2138


17 05 2023

Contextos

¿Trump puede perder las primarias?

Tiene ventaja incial contra gobernador De Santis (Florida) pero según especialistas si tiene dotes de "político estratégico" lo podría dar vuelta

Interesante reflexion del periodista especializado Roger Senserrich

Hace unos meses, tras el lamentable resultado del partido republicano en las elecciones legislativas del año pasado, me pregunté si el ridículo de los candidatos trumpistas iba a dañar las expectativas de nuestro ex-presidente y golpista ocasional favorito en las primarias de su partido.

 

Mi intuición era que sí, y que el partido estaba listo para al menos buscar una alternativa. Es posible que andara equivocado:


Trump tiene un 55% de apoyo; el segundo mejor candidato, Ron DeSantis, está a treinta y cinco puntos de distancia. El margen, además, lleva abriéndose de forma consistente y sostenida desde principios de año, cuando DeSantis tuvo una pequeña oleada de buenos sondeos. Desde entonces, Trump ha ganado terreno, y sus rivales se han hundido poco a poco en la miseria más absoluta.

Así que quizás sea cuestión de revisar la pregunta inicial, y ver si las primarias del GOP van camino de convertirse en un paseo militar para un tipo bajo múltiples investigaciones criminales, recién condenado a pagar una indemnización millonaria por abusos sexuales y difamación, obviamente inestable y que intentó dar un golpe de estado hace menos de tres años.

La respuesta es… quizás. Trump sin duda tiene las de ganar, pero es demasiado pronto para darlo por ganador seguro. Veamos por qué.

Los sondeos
Faltan 264 días hasta Iowa el cinco de febrero, y los sondeos son, por ahora, no del todo fiables.

A estas alturas, allá por el 2007, Hillary Clinton lideraba con autoridad las primarias demócratas y Rudy Giuliani era el favorito era el favorito indiscutible de las republicanas. La inmensa mayoría de los votantes no están aún prestando atención a estos comicios; Ron DeSantis es más famoso que el gobernador medio, pero para el público en general sigue siendo un tipo de Florida más o menos anónimo. Trump ha sido presidente y las bases republicanas le tienen cariño por ser uno de los suyos, pero realmente no tiene demasiado rival.


Las elecciones presidenciales americanas, y muy especialmente las primarias, no son elecciones nacionales, sino una serie de votaciones estatales distribuidas en el calendario sin demasiado criterio.

Las bases republicanas no van a escoger al presidente de una vez, sino que irán haciéndolo de manera secuencial, con cada votación influyendo los resultados posteriores. Aunque los sondeos son atroces para DeSantis ahora mismo (y 35 puntos es una carnicería), son menos terribles a nivel estatal. En Iowa, por ejemplo, “sólo” está 18 puntos por detrás, una cifra horrenda pero no imposible; en Georgia está a ocho, en New Hampshire a “sólo” veinte.

Los sondeos, además, dan algo de esperanza a DeSantis.

Su aprobación entre las bases del partido es mejor que la de Trump, y va por delante cuando preguntan “quién es el mejor candidato para ganar a Biden”. Hay una constante en los sondeos que señalan que muchos votantes no están del todo cómodos con los múltiples crímenes del ex-presidente y que están abiertos a un “Trump sin equipaje”, dándole una posible vía para abrirse paso.

El problema, claro está, es que esta clase de detalles no te gana elecciones; lo que necesitas son votos, y Trump va por delante. Cualquier candidato al ver estas encuestas preferiría estar en la posición de Trump que la de DeSantis, y si vais a apostar dinero (no lo hagáis), es obvio quién tiene mayores probabilidades de ganar.

La estructura del partido
Los partidos políticos en Estados Unidos no son organizaciones más o menos coherentes y disciplinadas agrupadas bajo un compás ideológico o grupo social claro. El estricto bipartidismo fruto de su (anticuado) sistema electoral y su débil estructura institucional hace que funcionen como algo parecido a una coalición de facciones no del todo bien ordenadas compitiendo entre sí para escoger candidatos que hagan de sus intereses la prioridad principal del partido.

En el caso de los republicanos, el partido era, tradicionalmente, una coalición entre la derecha empresarial, halcones en política exterior y la derecha religiosa, con el apoyo más o menos tácito / implícito de votantes racistas anti-inmigración. El programa ideológico del partido era bajar impuestos, libre comercio, repartir sopapos a terroristas e intentar prohibir el aborto, los maricas y otras perversiones. A los del cuarto grupo les hacían guiños, pero todo el mundo actuaba como si no estuvieran ahí.

Trump, por supuesto, resultó ser el candidato de ese grupo, algo que le dio un punto de entrada al partido. En las primarias del 2016, se percató antes que nadie que la “derecha empresarial” y los halcones eran muy impopulares, moviéndose hacia el centro en temas económicos y hacia el aislacionismo en política exterior. El único grupo que se le resistió fue la derecha religiosa, pero como Ted Cruz descubrió a su pesar, los evangélicos distaban mucho de ser mayoría dentro del partido.

La buena noticia para DeSantis y el resto de candidatos del GOP es que el porcentaje de las bases republicanas que son digamos “derecha trumpista” es probable que sean una minoría. Hay una potencial coalición alternativa al ex-presidente con los otros tres grupos. El problema, sin embargo, es que es posible que esos tres grupos sean, ahora mismo, incompatibles entre ellos.

Pongamos, por ejemplo, el aborto. DeSantis acaba de firmar una ley que prohíbe el aborto más allá de seis semanas del embarazo en Florida. Trump se ha negado a apoyar la ley, y de hecho ha insinuado que quizás sea demasiado extrema.

Los votantes evangélicos quizás podrían moverse hacia DeSantis, que es un integrista religioso de pura cepa, no un turista cristofriki como Trump. El pequeño problema es que los republicanos de la derecha empresarial suelen ser mucho más moderados en temas sociales, y están asistiendo horrorizados a como su alternativa favorita a Trump apoya leyes draconianas y va a la guerra contra los radicales comunistas woke de Disney.
Cerrar esta clase de conflictos no es imposible, por supuesto, y el GOP tiene un largo historial de candidatos capaces de tener a todos estos grupos prietas las filas detrás de su candidatura presidencial. Hay una coalición alternativa a Trump ahí fuera que quizás puedan ganarle. El problema es que esto exige un candidato con un talento político considerable, y no estoy nada, nada, nada seguro que DeSantis lo sea.

La campaña no ha empezado
 

La gente que apoya de DeSantis no se cansa de repetir estos días de que el gobernador de Florida aún no es candidato, y que la campaña de las primarias está por empezar. Esto no deja de ser técnicamente cierto, aunque es difícil explicar por qué el señor este visita Iowa tan a menudo estos días.

Aun así, El argumento no es del todo absurdo: es cierto que DeSantis no ha empezado a moverse contra Trump.

Como he señalado más de una vez, los candidatos republicanos que están intentando arrebatar la nominación a Trump inexplicablemente no le critican, incluso cuando el tipo ha sido condenado a pagar cinco millones de dólares a una mujer por abusar sexualmente de ella. Esta tendencia alcanza el paroxismo en Mike Pence, un señor al que Trump envió una masa enfurecida contra su persona con la intención de lincharle, pero sigue sin levantar la voz lo más mínimo contra su ex-jefe.

La gente de la campaña de DeSantis insiste que una vez acabe el periodo de sesiones en Florida y el gobernador anuncie formalmente su candidatura, las cosas van a cambiar. Aunque no me acabo de creer que esto sea del todo cierto (¿qué genio estratégico deja que su candidato se lleva guantazos de forma ininterrumpida durante cuatro meses?), Trump no deja de ser alguien increíblemente vulnerable; atacarle no es demasiado complicado.



Es una lástima, no obstante, que el GOP lleve tres años protegiendo a Trump de su propia estupidez. Tras un pequeño flirteo con la racionalidad a principios del 2021, los republicanos han dejado de criticar a Trump cuando insiste que ganó las elecciones del 2020.

Eso ha hecho que un porcentaje absolutamente demencial de las bases del partido (sobre dos tercios) estén convencidos de que Biden no es el presidente legítimo, así que buena suerte criticando ahora a Trump y tildándole de antidemocrático o de perdedor incapaz de ganar elecciones. Como nadie ha criticado al ex-presidente, además, las bases del partido no suelen tolerar cuando alguien se mete con él, así que es tristemente probable de que aquellos candidatos que se metan con Trump salgan más perjudicados que él.

Falta de talento
Mi sensación es que un candidato competente puede derrotar a Trump, pero debe entender qué sucedió el 2016.

Me he cansado de repetirlo, pero Trump era, en muchos aspectos, el candidato moderado en esas primarias; tanto en temas económicos como culturales. Trump defendió el matrimonio gay y se mantuvo ambiguo sobre el aborto durante todas las primarias y se hartó de criticar las guerra de Irak y Afganistán.

Su “núcleo duro” de apoyo se centraba en inmigración y una crítica populista a las élites, no en una intolerancia cultural sin límites.

Para derrotar a Trump, DeSantis o quien ocupe su lugar (y ahora mismo, no hay nadie más con opciones) tiene que poder atacar a Trump desde la izquierda, no desde la derecha (porque Trump demostró que no dominan el partido), y debe poder acusarle de forma creíble y continuada de ser “un político más” vendido a las élites. Eso exige, por desgracia, talento político, y en el GOP ahora mismo nadie ha demostrado tenerlo.

DeSantis aún puede ganar. Mi duda es que sea lo suficiente buen político para hacerlo.

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